sábado, 15 de abril de 2006

Aquella tarde


Estoy recostado en la cama y me ha venido a la mente tu imagen. En el momento en el que te hice llorar. No he podido evitar hacerlo yo también, tiempo después. Quizá esa tarde no lo sentía tanto como ahora, quizá no tenía la soledad que ahora tengo. Soledad que me hace débil e inseguro. Que bloquea mi pensamiento, mi forma de actuar y me imposibilita tener fuerza de voluntad alguna. Soledad que detesto, maldigo y aborrezco. Ahora ando perdido buscando el amor que tú me distes, las palabras que ofrecistes. Incluso tus fallos, los busco. Se han convertido en las mejores virtudes que en nadie encuentro. Contigo iba a ir a ver una ciudad. Ahora otra persona me oferta lo mismo. Pero es todo tan diferente. El decorado ha cambiado, el guión está en otro idioma y la vida tiene otro color. Le he dicho que no. No es lo mismo.
Quiero estar con alguien especial, quiero querer y que me quieran. No quiero dar lástima. La lástima que tú me diste aquella tarde que te hice llorar. Quizá ahora me pasa lo que te hice sentir.
Tú ya no piensas en mí. Yo ya no te quiero, pero sí añoro la forma de amar que sólo tú me diste.
Me quedan, también, los recuerdos de los malos momentos. Hasta estos, sin duda, los ansío ahora. Es tiempo de nuevos horizontes, pero en ninguna de las cumbres que alcanzo respiro el aire de esos días contigo. Ningún Mes me hace sentir así.
Aquella tarde que te hice llorar te abandoné, te dejé solo. Pero pedí a Dios que no estuvieras solo nunca más. Y, por una vez, me escuchó.

No hay comentarios: