martes, 26 de junio de 2007

Igual se cierra el paréntesis


La felicidad no es una satisfacción continua, sino pequeños detalles que nos alegran la vida durante un instante.

Río sin nombre

Quitate los zapatos y camina, lentamente, descalzo
por los adoquines de tu mente,
y deja que los pies de tus ideas te guíen,
siguiendo tu instinto animal
hasta esa callejuela sombria
donde desembocan las ilusiones que has ido perdiendo
con el paso de la vida, y cuando llegues,
desnuda tu mente de tus propias vergüenzas
porque nadie podra ver tu pensamiento desnudo si permaneces en silencio,
y recorre sigilosamente las orillas de la calle
hasta zambullirte en ese río sin nombre
porque solo recordando de donde vienes
podras reconciliarte contigo mismo
para emeger seguro de hacia donde quieres ir.

jueves, 21 de junio de 2007

Menos mal

Menos mal que aún queda gente amable.
Menos mal que aún queda gente por la que vale la pena seguir conociendo a gente.
Menos mal que aún queda gente que sabe que la gente estúpida es infeliz.
Menos mal que aún queda gente que dice la verdad.
Menos mal que aún queda gente que se desengaña con los mentirosos.
Menos mal que aún queda gente que sabe sonreír.
Menos mal que aún queda gente que ama a la gente...

Y es que estoy empezando a pensar que el altruísmo ya no existe, se lo zampó la vanidad.

viernes, 15 de junio de 2007

Sala de estudio

Época de exámenes: lamento, recogimiento, café, silencio…
Llega la época de demostrar lo que se ha aprendido (o no) a lo largo del curso académico. Y se hace delante de un examen en el que el 60% de las probabilidades de pasarlo depende de la buena suerte. Realmente creo que hace años que no voy a un examen con la preparación óptima. Y cuando lo hice, estaba en sexto curso.
Ahora se nos llena la casa de apuntes, de cercos de tazas de café y de pocas horas de sueño. Los que consiguen estudiar en casa, que cada vez son menos debido a las grandes distracciones, viven un auténtico aislamiento. Y para los que, como yo, estudiamos de noche, aún más. En este período se nos ocurren las más grandes ideas, ideamos proyectos a corto plazo que desearíamos realizar de inmediato, nos acordamos de caras de gente que habíamos perdido la pista… Todo de forma involuntaria, queriendo nuestro cerebro evadirse del bronceado de flexo. Y en estas semanas nos invade la inspiración y nos proponen mil planes gente que antes no salía. Abren las piscinas y tú pasas el domingo apuntando en un pequeño papel las cosas que harás cuando termines los exámenes… Sin dejar de mirar el día que tienes marcado de rojo en el calendario que te anuncia el orgasmo del fin de la esclavitud intelectual.

lunes, 11 de junio de 2007

Retroalimentación

Pienso que las ideas son como la energía, que ni se crea ni se destruye; simplemente, se transforma. Así, llego a la conclusión de que la inspiración no existe por si misma, sino que necesitamos de otro pensamiento ajeno a nosotros para poder moldearlo y exponerlo tal y como nosotros lo concebimos. Por eso las ideas, simplemente, se retroalimentan las unas a las otras.

Pero yo me pregunto donde está la línea que separa las ideas propias de los ecos del pensamiento ajeno. Y si es mas digno corear los restos empobrecidos de la idea original, aunque aporten algún matiz, o mantener el silencio a la espera de algo más fresco que aporte nuevos argumentos a nuestra energía cerebral, de algo realmente original que nos haga reflexionar.

viernes, 8 de junio de 2007

Zapatos

- Dicen que hasta que cada persona no encuentra su calzado, o sea con el que se siente cómodo y bello a la vez... Pues que hasta ese momento nuestro carácter no se termina de definir.

- ¿Por eso los vagabundos van descalzos?

- O con los zapatos de otro.


martes, 5 de junio de 2007

Estados de ánimo

¿por qué será un día puede convertirse anímicamente en una montaña rusa? Bajón, subidón, bajón ,subidón… Hay una cosa que jamás podré entender: los estadios hormonales. ¿qué hacen las hormonas en mi cuerpo? ¿por qué se cabrean, se entristecen, se mueren de risa o se quedan en la inopia en un breve espacio de tiempo? O mejor ¿por qué hacen que lo haga yo? Pero… ¿y cuando no son las hormonas? Quiero decir, esos pocos días de mi vida en los que no estoy reglítica, prerreglítica o en mitad de mi ciclo menstrual. Esos días también me dan bajones y subidones, quizá menos pronunciados, quizá menos parecidos a los picos de la bolsa en época de crisis económica y más similares a las olas del mar cuando baja la marea: una ratillo de olas tranquilas y de repente una ola que te moja, y luego otra vez esa paz que no es sino preludio de la guerra. Y paso tres días algo tristona y luego algo hace que me sienta como en una fiesta, con ganas de sonreír, de bailar, de tirar voladores (cohetes, fuegos artificiales, como se quiera). Y me siento querida, encantada, encantadora. Y a los dos días pienso: mi vida es una mierda, estoy sola en el mundo, la gente no vale la pena. ¡Y no me miren así! No soy la única. Como esperes una llamada y no llegue no piensas ¡ups, mala suerte! Te echas encima lo peor de las mazmorras. Y como te den una sorpresa que te haga mucha ilusión no piensas “bueno…” sino que eres, durante un instante, una persona feliz. Así que aprovechando que hoy tengo un buen día porque ayer se acordó de mí mucha gente y me sentí querida, les mando todo mi positivismo para que se acuerden de que lo malo pasará… ¡pero no se lo queden todo! ¡No me expriman como a un limón! Aaaaaaaaaaaah….

domingo, 3 de junio de 2007

La mala educación

Hace unos días durante mi fugaz visita a Turín pude disfrutar del edificio más característico de la ciudad: La Mole Antonelliana. Un edificio, que sale en el reverso de las monedas de 2 céntimos, construido entre 1863 y 1888 que alcanza los 113 m, y que ha sido reconvertido de una forma exquisita en el Museo Nacional del Cine. En el interior, la ambientación es muy moderna: un ascensor panorámico que sube por el centro de todo el edificio hasta el mirador, focos que colorean los decorados de películas expuestos e, incluso, una cafetería de lo más chic dónde poder tomar un café viendo fragmentos de películas.
En la sala principal, se puede ver la parte interior la cúpula cuadrangular dónde también se han fijado grandes estrellas del celuloide cinematográfico. En uno de los espacios, una gran nevera da paso a una pequeña sala dónde las butacas son urinarios que invitan a la percepción del filme desde otra ubicación. En este pequeño cine se alternan pequeños fragmentos de películas contemporáneas, entre las que se encuentra el cortometraje
El amante menguante que Almodóvar creo en Hable con ella.
Me sorprendió gratamente el hecho de la proyección ya que estos minutos de película me encantan y considero que están realmente bien hechos. Sentado en uno de esos sanitarios contemplaba como el personaje de Fele Martínez descendía por los pechos de su amada para dirigirse hacia el famoso monte de Venus.
Pero cuando alza la vista para dirigirse a su selva del deseo la proyección funde a negro dejando al espectador sin conocer el final. Realmente me sentó muy mal aquella censura ridícula que me recordaba a los intermedios en los cines cuando además proyectaban: “Visiten el bar”.

Comencé a pensar lo realmente maleducado que había estado el museo con el artista y, sobre todo, con el espectador.
Era como si sólo te dejasen ver La Maja vestida, o La Maja desnuda con una burda tela. Y comencé a pensar en la mala educación que caracterizaba a los italianos. Y es que, si ya es difícil encontrar un camarero o taxista amable en el mundo, en Italia es imposible. Y no por falta de teoría, a la hora de las palabras tienen expresiones para todo: desearte buen día, buen domingo, buen día de fiesta… pero en la práctica son unos verdaderos fracasados.
El pasado domingo, sin ir más lejos, intentaba pedir dos bebidas diferentes en un local de Milán. El camarero, un fracasado con un trabajo de mierda, homófobo y que se creía un semidios, ni si quiera me miró mientras se lo pedía. Sólo lo hizo después para gritarme que por qué no pedíamos el mismo tipo de bebida. No daba crédito aquella noche.


La falta de amabilidad no es solamente un problema de educación, sino el efecto de vivir en un país atrasado y no querer hacer nada para cambiarlo.