domingo, 26 de febrero de 2006

Buscando planes más allá de esta cena

Te estoy mirando y contemplando cómo me gustas. Hablamos de tu trabajo, del mío; de tu familia, de la mía; de tus aficiones, de las mías. Y, de repente, me miras y dices: "Yo soy muy sincero". Un escalofrío me circula por el cuerpo. Los niveles de líbido, ilusión y futuro caen como los grados del termómetro en este helado invierno madrileño. Al contrario, los de frustración y shock aumentan cual comida en olla a presión.
No es que no me guste la gente sincera. Al contrario.
El problema: me da miedo que me asegures que lo eres, que lo garantices. Demuéstralo sin palabras, con hechos.

Cuando conoces a alguien al que te gustaría seguir viendo no puedes mentir. Un ardid sería una barrera más para poder comunicarnos.

Dime de qué presumes y te diré de qué careces
Una vez más me levanto de la mesa y salgo por la puerta. Desengañado, abatido y con una autoestima perdida por un laberinto con un Minotauro devorador de sentimientos.
Te voy a seguir buscando aunque no sé si te hallaré. Mientras, vuelvo a esperar en la mesa, con un mantel y cena para dos.

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