lunes, 16 de octubre de 2006

Amor de gasolinera

No me gusta conducir demasiado, con el agravante de que aunque me gustara tampoco debo, puesto que no tengo ni el carnet. Por eso no me queda mas remedio que moverme en carretera en transporte público.
Me gusta viajar de noche. Siempre me ha gustado, quizás porque mi padre es camionero y desde chico me acostumbre a viajar de noche, que es cuando él hacia los viajes normalmente, unas veces porque también prefiere la intransitada nocturnidad, otras porque llevaba el tiempo justo y no tenía otro remedio; pero a fin de cuentas, en el fondo todas nuestras actitudes en esta vida hunden sus raíces en nuestra infancia.
Y hago esta irrelevante reflexión con la cabeza apoyada en el cristal, mirando de reojo la cuneta de la carretera, contando líneas discontinuas hasta cansarme, para volver a empezar la cuenta cuando el aburrimiento haga mella en mí. O no.
Envidio a la gente que puede discurrir sin hilo musical en la cabeza, porque yo siempre fui incapaz. Si no es alguna canción de fondo, es simplemente como si me pitara la cabeza vez de los oídos. La cuestión es que difícilmente puedo pensar en silencio, y lo lamento, porque sé que a veces me dejo influenciar por esa música de fondo en mis pensamientos.
El caso es que ahora llevo los auriculares puestos mientras escribo de mala manera estas líneas en un anuncio de periódico a página completa dominado por un inmenso fondo blanco; me he acabado el libro que traía para leer durante el camino por si el insomnio, y me aburro sobremanera. La imagen, si la viera alguien -ya que el autocar es un ronquido general-, debe ser de película… veintañero desaliñado e insomne en un autocar a altas horas de la madrugada plasmando como puede sobre un periódico convertido en legajos su última ocurrencia literaria; debe de ser otro entusiasmado de estos que migran a la capital con el afán de encontrar un círculo de intelectuales donde cantarse al oído los unos a los otros lo extraordinarios que son sus respectivas creaciones.
Afortunadamente nadie llegará a esa conclusión porque todos duermen placidamente. Aunque tampoco andarían muy desencaminados, pues tan infructuoso es escribir textos con el único fin de que la élite, los iluminados que están a tu altura intelectual te hablen de tu texto, como escribir para publicar en un blog o un fotolog el escrito a fin de que otras personas de ese “club” te dejen un mensaje diciéndote algo, a veces incluso sobre el texto, puesto que hay gente que incluso se lee lo que has escrito.
Es tiempo de parar media hora de descanso para que el chofer se despeje y los demás estiremos las piernas un poco y nos desperecemos. Supongo que nos sobrará tiempo de los treinta minutos… ¿nunca has deseado enamorarte en un lugar tan bucólico como una gasolinera? Mas que nada por mitigar el aburrimiento, básicamente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vaya chorrada de artículo, podrías intentar ser original y escribir sobre temas menos manidos y pastelosos, ¿no?