martes, 15 de agosto de 2006

Nuestro viaje

Ya es tarde, y comienza a llover. Voy conduciendo a tu lado, y aun nos queda un rato para llegar. Has bajado el volumen de la radio, pero no sé si quieres hablar, porque no dices mucho. Estoy cansado, y aún tengo que dejarte en casa, y volver a la mía. Hay nubes en el cielo, tintadas de color naranja, y que dejan entrever una luna menguante, con su blanco resplandor tras ellas.

Los cristales se llenan de agua, y es tal el silencio, que solo escucho el ruido del motor del coche, y el del agua golpeando el cristal. El parabrisas se agita violentamente, y te miro, iluminado por el reflejo de la propia luz del coche, y de la radio.

Estoy muy cansado y te pregunto que qué tal lo has pasado. Tu me dices que bien, pero en tu cara, noto algo de cansancio, y parece que de tristeza. Yo en cambio, estoy feliz por estar a tu lado. Solo por tu compañía, por poder mirarte, un día más.

En el lugar más sordido, en la trinchera más asediada del mundo, con morteros levantando todo el suelo a nuestro alrededor, con los silbidos de las balas sobre nuestras cabezas y con los gritos de guerra, los llantos, y los lamentos, estar a tu lado, será mi única salvación.

No hay comentarios: