miércoles, 9 de agosto de 2006

Cuéntamelo

Siempre cometo el mismo error. Ha llegado el fin de semana otra vez y no puedo resistirme a mandarte un mensaje. Espero que me respondas, y mientras tanto, por si no lo has oído, te doy un toque, para avisarte que estoy aquí, esperando ansioso tu respuesta. Me devuelves el toque, y yo vuelvo a darte otro, y me das uno más largo. Quieres que te llame. Y yo lo necesito.

Quedamos algo tarde, y al llegar, te doy un toque, para que nos encontremos en la calle, y no hacerte esperar. Pero tu teléfono comunica. Una y otra vez. ¿Debo desesperar?. No, ya te veo, estabas en la calle, esperándome, y hablando por teléfono.

Hacía semanas que no te veía, y te echaba de menos. Me daba la impresión de que huías de mi. Me esquivabas. Pero quizás solo fuese mi impresión, porque necesito saber algo de ti cuando estas, y cuando no estas.

Mientras paseamos, me cuentas todo. Te costó un poco, me imagino porqué. Yo imaginé por dónde iba todo cuando vi que tardaba mucho en llegar el desenlace. Pero bueno, entiendo que tuvieses miedo de mi reacción, ahora que lo sabes todo. No querías hacerme daño, lo sé. Ni yo tampoco a ti.

Y has de comprender que sea cual sea tu decisión, yo estaré a tu lado, en los buenos momentos, y en los malos, porque es en eso también en lo que consiste el amor, ¿no?.

Te quiero, a pesar de todo. No lo olvides.

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