miércoles, 7 de diciembre de 2005

Munch disecador de almas


He visto muchas veces reflejado “El Grito” de Edward Munch en caras de personas anónimas, incluso yo mismo me he llevado las manos a la cabeza al asomarme a la realidad que nos rodea. Estoy de acuerdo con Munch y creo que la palabra debe volver a ser grito, un grito que refleje la angustia, las injusticias sociales y las desigualdades económicas que desde la Revolución Industrial (cuando se pintó el cuadro) hasta nuestros días impera. En “El Grito” el color quema, es violento, como lo es nuestro entorno, y por eso debemos taparnos los oídos para así gritar más fuerte y evitar que interfieran las necias palabras de seres de un paisaje delirante (Véase Isabel San Sebastián). Dicen que al igual que Leonardo da Vinci estudió la anatomía humana y disecó cuerpos, Edward Munch intentó disecar almas. Diseccionó un grito de la Naturaleza, un grito primario de angustia; sí hubiera existido la videocámara en su época habría filmado los golpes de protesta de una única persona en el programa “59 segundos”, frente a los aplausos de un auditorio entero. Munch no lo pudo decir más claro, ni a pesar de su paradójico silencio, más alto.

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