martes, 8 de noviembre de 2005

Tardes de reflexión

El gris domina al otro lado de la ventana, haciendo percusion con su lluvia sobre los cristales de mi ventana. Miro, desde ese angulo protegido, cómo las personas, vestidas tambien de gris, corren por las calles, huyendo del gris del cielo sin pensar q siguen llevando el suyo a cuestas.
Las miro... y pienso en cómo serán sus vidas. Hay una mujer de unos 50 años en la parada del autobus, va vestida de rojo, resalta entre la lluvia y los demás seres grisaceos q la rodean. Me pregunto si será feliz. Me la imagino siendo la más simpática de su grupo de amigas, siempre con la sonrisa en la boca, ocupando todo su espacio. Tiene 1mirada pensativa y expresion de tristeza acostumbrada, aquella que siempre está pero con la que puede reir, como un extrabagante amigo fiel.
Miro ahora a un hombre vestido con gabardina beige q sube con paso rápido la calle, protegiendose con un periódico la cara. Lleva un paso firme, no puede ver lo que hay delante de su cara por el periódico, pero aun asi camina con la seguridad de quien sabe exactamente que ese paso que está dando es el paso que quiere dar.
Mi vista se pierde con él al final de la calle y, abrazada a una enorme manta, salgo a la terraza. La lluvia me moja la cara y, en ese momento siento una increible paz, sensacion de estar formando parte de un todo, que todo lo que he hecho me ha traido aqui, que yo tambien di los pasos que queria dar. Cierro los ojos, respiro el olor a mojado, y al abrirlos me parece que el cielo no es tan gris, que la lluvia baila con el viento. Miro a la parada y me encuentro con los ojos de la mujer de rojo, que me devuelven la sonrisa. Quizás ella tambien haya comprendido que las personas somos como esta lluvia, ella mecida por el viento y nosotros por el tiempo.

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