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domingo, 10 de febrero de 2008

Aída, serie homófoba

"Eso son mariconadas... ¿y quién nos las puede enseñar? Fidel". Así se dirige uno de los personajes a Fidel el adolescente interpretado por Eduardo Reina . El motivo es que el hijo del tendero les puede enseñar buenos modales a la hora de sentarse a la mesa.

Durante el episodio de hoy domingo no sólo él es recriminado con eufemismos como "mariquita", "mariconada", "invertido" o referencias a actos sexuales anales para insultar a los personajes gays. Palabras para no irritar demasiado a las mediáticas asociaciones de gays y entretener a millones de españoles, algunos tan arcaicos como el personaje de Mauricio o alguno de los guionistas de la serie.

Los roles de homosexuales aparecen estereotipados al cien por cien, tratándose entre ellos en femenino, mostrándose orgullosos y ostentosos de su promiscuidad y aceptando con cabeza agachada el insulto fácil, por a su condición, de los demás.

¿Volvemos a los chistes de mariquitas de la España cañí?

El viraje del uso de este vocabulario en la serie es nuevo, al principio con la existencia solo de Fidel, el resto de personajes lo trataban con respeto evadiendo siempre las palabras prohibidas en televisión por su discriminación.

La insuperable marca dejada por la serie 7 Vidas, dónde Diana (el personaje de Anabel Alonso) daba una imagen muy positiva -como necesitada- para las homosexuales femeninas de este país, se ha esfumado. Sólo importan las audiencias, y sobre todo en Telecinco. Cadena que no cuestiona ni un renglón de sus contenidos si funcionan muy bien: si da pasta, aunque no moral. La forma italiana: pasta y Pasta.

Imagen de normalización que choca con la España etiquetada de la serie Aída, dónde se valora más al empresario racista, machista, homófobo y sin cultura o estudios que al personaje homosexual inteligente, tolerante y culto. ¿Y somos capaz de verlo sin indignarnos?

lunes, 31 de diciembre de 2007

Prisas, pisas

Ahora sí que me siento un becario en una redacción de escaso personal, exprimido al máximo.
¡Rápido! ¡Escribe, piensa! O era al revés.
Ya no entiendo, ni lo intento. Son las prisas, señor.
Mi café se enfría. El tren se fue, aunque yo había llegado antes. ¡Qué caos!
No entiendo porqué todo a última hora. Si todos sabíamos la fecha de entrega.
Y mi tacón se rompe, mierda. Y ya quedaba poco.
Guardemos las composturas. Sacudámonos el confeti que seguirá apareciendo a lo largo del año en casa.
Me falta una uva, cabrón, lo has hecho adrede. Te la cojo y veo como cierro mi edición. Con algunas faltas, Mamma mia! no sólo de ortografía.
Gritos, y… ¡llega el orgasmo del reloj! Uno al año, no hace daño.

Photo by Aganzo ©

sábado, 15 de diciembre de 2007

No hay valor

Es como si mi pasado volviese.
No el volver para quedarse.
El regresar para rozar con su aroma.
Evocar.
Dando y dándome oportunidades
de pedir perdón, de aprovechar
lo non visuto.
De no comprender,
de sentirme solo.
De llorar.
Tengo la necesidad de aprovechar el derrape
de la ventura para terminar este ciclo, pero...
Pero no tengo fuerza.
No hay valor.