Me quejo continuamente de Madrid: de que no me gusta, de que va a acabar conmigo... Pero hay momentos puntuales en los que comprendo(o recuerdo) porqué sigo en esta ciudad que tanto detesto y que no tiene mar.
Y me siento como esa gente masoquista, que, aunque inconfesable o quizás ignorantemente, es feliz en su infelicidad. Porque sigo queriendo escaparme y cambiar de aires, pero se que es el peaje necesario para conseguir lo que deseo, y que seguramente no podría haber materializado en otro lugar muchas de mis ambiciones.
Mal que me pese, este es el lugar y el momento oportuno, y no tengo alternativa.
Y me siento como esa gente masoquista, que, aunque inconfesable o quizás ignorantemente, es feliz en su infelicidad. Porque sigo queriendo escaparme y cambiar de aires, pero se que es el peaje necesario para conseguir lo que deseo, y que seguramente no podría haber materializado en otro lugar muchas de mis ambiciones.
Mal que me pese, este es el lugar y el momento oportuno, y no tengo alternativa.
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