sábado, 27 de mayo de 2006

Me río de Janeiro

No doy crédito

No doy crédito. En dos acepciones de esta palabra: tanto en la que se refiere a la perplejidad como a la monetaria. A esta última mucho menos, la verdad.
Estoy asombrado por la cantidad desmesurada de dinero que se mueve con las entradas para diferentes espectáculos. Hasta 2000 euros se han llegado a pagar por una entrada para la final de la Champion´s League. El pagador de esta surrealista cantidad se habrá sentido más contento que el propio Laporta de que haya ganado el Barça, sino qué rabia daría. Salimos del estadio repleto de fervientes seguidores de un balón pateado para irnos hasta Grecia. Inaudito es, también, lo que se llegan a endeudar por una entrada para el insípido Festival de Eurovisión. Un Festival que, en España y a pesar de las buenas audiencias, es equiparable a Saber y Ganar de La 2.
Y, para colmo, este año le dan la copa de la victoria al primero que llega con una careta transgresora (¿?). Patético es que, lo mejor de Europa, sea una canción sacada de un tren del terror de feria de pueblo pequeño. Aunque, en esto de esperpentos, somos creadores. Y no sólo por el estilo que definió Valle-Inclán, sino también por Las Ketchup. Derrochando inteligencia, como nos tienen acostumbrados, memorizaron la máxima coreografía que les permitían sus neuronas (recordemos el baile del Aserejé). Por este motivo, los pasos de baile era bien pocos.
Tantos siglos de evolución para nada. Démosle al pueblo pan y circo, y así nos dejarán hacer los que queramos. Nadie conoce cuál es la ley más reciente aprobada en el Parlamento, pero sí cuáles son los jugadores concentrados para el mundial. Quizá yo soy el que va al revés y tendría también que dejarme cebar y no levantar el ojo del televisor.

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