jueves, 22 de septiembre de 2005

Autumn leafs

En un autocar lleno de gente, ser el único que va solo en el asiento es un lujo. Puedes apoyar la espalda en el cristal poner los pies en el asiento de al lado, dejar la mochila, puedes ir rotando de compañero según el momento del viaje... incluso puedes pensar en que el otoño acaba de llegar.
Con el cristal empañado, lloviendo fuera, recorriendo algún lugar de la geografía de Cuenca, el tiempo va pasando en tu asiento con la misma lentitud que pasa cuando vas en taxi y hay un semáforo en rojo, con la diferencia de que es una eternidad placentera y más barata. En los demás asientos, la gente habla, juega a las cartas, escucha música, hace dibujitos en el baho de la ventana, mira el paisaje, o duerme, placidamente, acurrucado en el asiento, tapado por la chaqueta; el día ha sido largo.
Pero lo importante no son los días largos, sino los días intensos. Al igual que un viaje corto puede ser corto pero intenso. Lo bueno, o lo malo, de las cosas intensas es que acaban por regla general temprano, y siempre se las echa de menos, siempre queda esa pena de haber durado más.
Como dijo un poeta al que no le ubico el nombre ahora, la vida es sueño(¿Dante?), y como yo digo, el sueño es vida, porque haciendo un paréntesis, exijo mis doce meses doce causas. Este mes, exijo poder dormir 8 horas seguidas, es mi nuevo eslogan para Octubre. Volviendo al tema, la vida es sueño. Un sueño puede durar toda la vida, pero como en todo sueño, hay partes más intensas que recordamos y partes más tranquilas que nos cuesta traer de vuelta a nuestra mente.
A veces, uno sueña despierto mientras otros sueñan dormidos, y el que sueña despierto ve en su sueño a los que sueñan dormidos, mientras el cristal sigue empañado, fuera sigue lloviendo, y dentro sigue haciendo frío. El verano se va, y empiezan a caerse las hojas del otoño, llenando los suelos que transitamos.
Muchas veces pisamos esas hojas sin mirar realmente qué estamos pisando. Pero quien duerme se va despertando lentamente, y va pisando esas hojas que lentamente caen de nuestros árboles, y les da patadas y juega con ellas. El consuelo queda en que, quizás, pasado el tiempo, quien pisó las hojas y jugó con ellas te diga que recuerda de qué árbol se cayeron las hojas con las que jugaba, aunque esas hojas no valgan para nada y hayan desaparecido lentamente.

[Rosita][Amaral][Amaral]

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